Posteado por: juanrhi | enero 13, 2010

Llegar a casa

Llegar a casa es últimamente llegar a mí mismo.

Han acabado las cortas vacaciones de Navidad. Hace un par de días mi mujer me dijo que le entristeció llegar a casa y comprobar que no había nadie en ella. A mí me ha pasado hoy lo mismo. Porque llegar a casa con tus cosas del día a día, esas cosas horrorosas que no tienen nada que ver con nosotros mismos, esas cosas que nos alienan, que nos separan de nosotros mismos y de lo que verdad queremos, es algo que no mola.

La verdad es que no mola.

La felicidad es invisible, como la brisa cálida de la primavera, como el olor suave del cuerpo de tu pareja, como el sabor de algo agradable. Pero la felicidad se instala en uno sin que nos demos cuenta, nos llena sin molestarnos, nos hace estar sin darnos cuenta y se queda.

Y luego, por esas cosas de la vida que tiene la nómina, la hipoteca, el futuro de los hijos y los miedos a ser un puto paria, nos abandona.

Así que jode mucho llegar a casa, después de un día especialmente durillo, y encontrarse sin nadie dentro, sin el olor suave de la pareja, sin la brisilla del calor de la gente que la habita y no recuerdo qué más.

Un día durillo lleno de cosas que parecen hiperimportantes en un momento puntual, pero que en realidad, todos lo sabemos, son efímeras y en sentido estricto, ajenas, completamente ajenas «que tiene esto que ver contigo y conmigo -El Último de la Fila (Querida Milagros).

Cosas con una  fecha de caducidad inmediata inherente de manera asquerosamente explícita.

Pero curiosamente esas cosas efímeras y estúpidas ocupan la mayor parte de nuestra vida.  Esas cosas de la nómina ocupan mayoritariamente nuestra vida. Y en segundo lugar esas cosas que hemos comprado o queremos comprar con eso que se llama nómina.

Esta madrugada un terremoto en Haití ha dejado un montón de cadáveres, pero no me parece eso lo peor.  Gente que no tiene nada que pierde lo único que tiene, su casa, los olores suaves, la calida brisa, lo que nos sostiene …

El que se muere pierde su vida y ya no le importa, presumiblemente, nada.

El que queda sometido a la pérdida de todo lo poco que tenía, que es todo lo que tenía, se pierde sobre todo así mismo.

Eso debería ser una tragedia ¿no?.

Dejé las drogas, el alcohol, el sexo brutalmente intenso,… esto queda bien, me da un toque mítico, como de leyenda, pero en realidad es una puta mentira por muchos porros, cubatas o polvos que me haya metido eso no mehace si no igual a cualquiera que se haya metido, que haya follado con ganas,… 

Dejé mi onanismo cerebral narcisista. Pajillero de mí mismo. Asquerosillo pajillero de mi mismo. Yuppy de mierda que debería darse asco con sus trajes caros, sus accesorios de mierda,…

Veo al tontodelculo de turno cuando cae el sol con su bemeube en la autopista y sus gafas de sol de marca… y no lo entiendo. Que ha caido el sol, merluzo, que ya no se ve, quítate las gafas payaso y pienso. «Este pavo de tanto pajillearse consigo mismo se ha construido una imagen de sí mismo que tiene como elementos distintivos un bemeube, unas gafas de sol guais, un traje caro, y…» Y no sé qué coño más.

Y para liberarse de sus cosas clara y groseramente efímeras se viste de lo que le pone más para poder seguir pajilleándose de sí mismo. Esto es, de pavo ridículo que te cagas…

Y no importa.

Ese pavo es como yo lo era.

O como yo lo soy.

Dejé los trajes caros -y una mierda todavía tengo en el armario mis Armari, mis Antonio Miró,…- y compré zapas Nike, una Cervelo, y cosas así, y me hise triasleta, y me seguí masturbando conmigo mismo.

Y cuando te haces una paja, pues eso, es una paja.

Pero el sexo es necesario.

Y más cuando ves que la gente se muere por imperativo natural, más cuando sabes que a muchos de los que te rodean ya no se les pone dura, más cuando al nivel cavernario platónico la luz de una mala paja vale más que cualquier composición de un mediocre pianista de teclado de ordenador tejiendo ofertas, cartas, disculpas, trámites,…

A 4:2o por km. 15 km.

Mañana haré 20 km. Intentaré que sean al mismo ritmo. 

Respiro, vivo, soy.

Mi mujer está en casa. No tiene ni puta idea de cuanto la quiero.

Su brisa, su olor, su tozudez, su presencia,…


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